Dólmenes de La Pastora y Matarrubilla: el alma prehistórica de Sevilla
Aljarafe, cuna
de los primeros 'sevillanos' y balcón privilegiado que otea el rastro costero
diseñado por el lago Ligur en su retirada al mar
Los dólmenes de La Pastora y
Matarrubilla, en Valencina de la Concepción, son la huella en piedra, y eterna,
de aquellos asentamientos originales
Juan Miguel Barquero
08/05/2017
- 05:30h
Es el corazón prehistórico de Sevilla. Y está preservado
por un alma cubierta de piedras. Cuando los primeros ‘sevillanos’ eligen el
Aljarafe, otean desde sus cornisas las zonas costeras que el lago Ligur diseña
en su retirada al mar. El rastro eterno de aquellos asentamientos originales
tiene nombre: los dólmenes de La Pastora y Matarrubilla, en Valencina de la
Concepción. Como un santuario megalítico capaz de soldar el tiempo.
Que el espacio aljarafeño
es una tierra ideal para echar raíces. Eso pensarían los primeros pobladores de
la zona hace entre 40 y 50 siglos. Antes de que tartesios y romanos tomaran el
relevo. Tan lejos de burbujas inmobiliarias y crisis explosivas. Acertaron,
parece, a tenor del resultado.
El rastro del primer 'sevillano'
Y ahí, en la parte alta y
norteña del Aljarafe, aparece el primer ‘sevillano’. Lo contaba una
investigación a medias entre las universidades de Sevilla y Complutense de
Madrid. Al descifrar el ADN mitocondrial aparece un joven procedente de Eurasia
occidental. Comerciante o artesano, por el ajuar que acompaña su tumba, como
apunta el estudio desvelado en el año 2015.
Quedaron huellas de
aquellos moradores. Los poblados primerizos quedan intuidos en restos de
cabañas, silos, fosos… construcciones primitivas que tuvieron réplica
monumental en edificaciones funerarias que muestran la importancia adquirida
por este corazón prehistórico de Sevilla.
Las necrópolis convierten la zona en el máximo exponente
del megalitismo en la provincia y uno de los referentes del país. Valencina, al
cabo, cuenta con uno de los más importantes yacimientos prehistóricos de la
península ibérica. Este sitio patrimonial –incorporado a la Red de Espacios
Culturales de Andalucía– es visitable y está emplazado en la periferia
suroriental del casco urbano.
La Casa de la Cultura
acoge además el Museo local con un Monográfico del Yacimiento Prehistórico. Una
oferta turística completa para tocar la génesis hispalense.
Dice la historia que la plantación de un viñedo dejó al
descubierto en 1860 el dolmen de La Pastora. Un hallazgo fortuito que en 1917
alcanza el de Matarrubilla en circunstancias similares. Años más tarde, en
1948, la construcción de una vivienda en el campo saca a la luz el de
Ontiveros, para unir la trilogía megalítica de Valencina.
Lugares
sagrados de especial relevancia
Los dólmenes o ‘tholos’
registran una galería que da a una cámara central. Todo en piedras acumuladas
por manos primitivas. El de La Pastora tiene el corredor más largo de la
península y suma un detalle significativo: su anómala orientación astronómica
al ocaso cuando la norma suele ser al orto solar. Este carácter, unido al
diseño constructivo, dimensiones y objetos recuperados como puntas de jabalina,
le otorgan una consideración que supera el simple sepulcro y alcanza una
significación de lugar sagrado de especial relevancia.
Matarrubilla culmina igualmente en una cámara circular
después de un largo corredor. Resalta, en este caso, un monolito de piedra de
enorme tamaño colocado antes de culminar las paredes y techumbre de la
construcción y que se interpreta como pila o mesa de ofrendas. Esta
funcionalidad ceremonial hace especial el monumento.
La basta investigación del
yacimiento prehistórico aljarafeño arranca en el siglo XIX. Y hay mucho camino
por recorrer. La carta arqueológica resume las actuaciones en un espacio que
pudo llegar a los 2.000 habitantes entre la Edad del Cobre y la del Bronce.
Atado a este proyecto clave, coordinado por el arqueólogo municipal de
Valencina de la Concepción, Juan Manuel Vargas, la zona sigue marcada en rojo
por los especialistas como uno de los principales focos del megalitismo
peninsular.
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