Menos da una piedra
26/07/2018 · 22:32
Menos da una piedra... Qué frase más absurda.
Son las piedras las que nos dan mucho más de lo que reciben
Menos da una piedra...
Qué frase más absurda. Son las piedras las que nos dan mucho más de lo que
reciben. A través de la piedra Rosetta obtuvimos la clave para el entendimiento
moderno de los jeroglíficos egipcios, o los hallazgos romanos de la antigua
Baetulo (Badalona) que se descubrieron el año pasado y que mostraban el
esplendor de la ciudad en época de Augusto y demuestran que era más extensa de
lo que se creía. Son las piedras que desentierran nuestros arqueólogos las que
nos cuentan lo que fuimos, las que justifican lo que somos. Son las piedras
testigos mudos del transcurrir de los siglos con la historia oculta de nuestros
ancestros. Historias ocultas que son piezas de este puzzle orgulloso y soberbio
que cree saberlo todo que es la humanidad del siglo XXI. Creemos que porque
encendemos un aparatejo con una pantalla luminosa y leemos lo que sucede a
miles de kilómetros, somos poderosos. Sin embargo, una simple y fría piedra nos
cuenta mucho más. Nos cuenta el pasado oculto. O por lo menos lo intenta... si
las puertas están abiertas.
Porque las del Museo
Arqueológico de Sevilla están cerradas. Mudas las piedras, los bustos de
Adriano, los restos que nos cuentan sobre los dólmenes de Valencina, los
bellísimos mosaicos de Itálica... Mudos porque esta administración cateta e
ignorante no dota de presupuesto a lo que no huele a voto. Y las piedras no
votan, mire usted. No votan los emperadores de Itálica, ni el bronce Carriazo,
ni vota Abderramán III en nuestra Medina Azahara, recién estrenada como
Patrimonio Mundial de la Unesco...
Una sola piedra puede
desmoronar un edificio, decía Quevedo. Y es la piedra de nuestra indiferencia,
la de los que sí votamos, la que desmorona el edificio del Museo Arqueológico.
Si las puertas del museo estuvieran llenas de visitantes, si hiciéramos cola
para ver el tesoro que guarda el edificio de Anibal González, quizás nuestros
gobernantes se lo pensarían dos veces antes de atrancar las bellísimas puertas
del Palacio del Renacimiento. Está en nuestra mano, no lo olvidemos nunca,
lanzar la piedra de la dejadez contra nosotros mismos. Porque, tengámoslo
claro, lo que se encierra en el Museo Arqueológico, es nuestro pasado, lo que
nos hizo grandes y nos trajo hasta aquí.
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